“A teacher, instructor; one who gives instruction in some branch of knowledge, or inculcates opinions or principles.
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domingo, 30 de abril de 2017

Los orígenes de la alimentación saludable


"El alba irrumpe de repente, como si una mano invisible hubiese pulsado un interruptor que regulara la intensidad de la luz. Avisados por la claridad 34 chimpancés se despiertan. Aún están en los nidos que construyeron anoche sobre los árboles situados al borde de una meseta abierta". Mary Roach. En Casi humanos. National Geographic, 2008
"Come poco y cena más poco, que la salud del cuerpo se fragua en la oficina del estómago". Miguel de Cervantes Saavedra. En El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha
RAICES Y RAMAS

Las raices del arbol evolutivo del orden Primates (Figura 1), una de cuyas ramas son los Hominidos, se originan en el Cretácico tardío, cuando un micromamífero insectívoro trepó a los árboles para aprovechar las oportunidades alimentarias que le ofrecía la expansión de los bosques de angiospermas. Al tiempo que los descendientes de este mamífero se adaptaban a un nicho alimentario nuevo en la bóveda arbórea, desarrollaron rasgos que ahora se consideran característicos de los primates, como el hocico redondeado y las uñas (en lugar de garras). Estos descendientes dieron origen a los primates verdaderos, empezando por los prosimios, la mayoría de los cuales se extinguiría, y luego a los monos y los simios. Cada linaje surgió en respuesta a las presiones de un nicho alimentario algo distinto; se precisan habilidades peculiares para convertirse en un recolector eficiente de un subconjunto particular de alimentos en la bóveda. Con el tiempo, nuevas presiones alimentarias, sobre algún precursor del hombre, prepararían el camino para el desarrollo de los humanos modernos. Somos, pués, y en gran medida, lo que comemos. Y nuestro genoma contiene la información de los que nuestros más lejanos ancestros comieron.

Muchas características de los primates modernos, y también de nuestra propia especie, arrancan del comportamiento alimentario de un antepasado remoto, que vivía en la bóveda de la selva tropical. La selección natural privilegia los rasgos que permiten obtener mejor el alimento. En consecuencia, conforme iba ganando importancia la dieta vegetal, en un proceso evolutivo de millones de años, la selección configuraba la serie de rasgos que ahora definen a los primates. La mayoría de tales características facilitan el movimiento por los árboles y la recolección de alimento allí. A modo de muestra, la selección produjo manos prensiles, que cortan ramitas y manipulan las exquisiteces que alcanzan. La presión de selección apostó también por un elaborado refinamiento del aparato visual (percepción de la profundidad, mayor agudeza y visión del color), gracias a lo cual los primates se movían rápidamente por el espacio tridimensional de la bóveda arbórea de la selva y percibían con facilidad la presencia de frutos maduros o de hojas pequeñas y jóvenes (fruto tamién de esa adaptación, el ojo humano tiene la capacidad e percibir muchos más tonos del color verde que de ningún otro color). La selección primó, por tanto, una mayor flexibilidad en la conducta, así como la capacidad de aprender y recordar la identidad y la localización de partes comestibles de plantas (Milton, 1993)

Los beneficios alimentarios que conferían el progreso en la visión y el conocimiento promovieron, a su vez, el desarrollo de un cerebro insólitamente grande, rasgo distintivo de los primates desde su aparición. Muchos de los mecanismos metabólicos y rasgos del comportamiento alimentario, de los individuos del orden Primates, han ido integrandose, como impronta genética, a lo largo del árbol evolutivo y se han conservado, incluso, tras los fenómenos de divergencia de las especies de Primates.

Nuestro propio género, Homo, surgió durante el Plioceno. Las fechas exactas de las radiaciones están sujetas a debate. La divergencia de especies es un fenómeno de dificil precisión. Herramientas como el estudio de reloj molecular (según la cual diferencias entre linajes, en los aminoácidos de proteínas como la hemoglobina, encajan con la tasa evolutiva de divergencia basada en la evidencia fósil) han resultado ser de difícil aplicación. Pero otros medios, como los estudios basados en ADN mitocondrial o el análisis del gen del Citocromo b mitocondrial, han permitido precisar mejor el periodo de divergencia de diferentes especies (Milton, 1993).

Desde el Cretacico tardío hasta el Plioceno, en que se supone que divergen los Hominidos, nos encontramos con la evolución de múltiples especies de Primates, la abrumadora mayoria de los cuales son especies arborícolas. El proceso, desde Cretácico Tardío a Plioceno duró algo mas de 70 millones de años (Ma). De hecho, desde finales de Plioceno son los homínidos los que se enfrentan, en el curso de grandes cambios climáticos, a la retirada extensiva de las grandes zonas arbóreas, que dejan paso al avance la sabana. 
Figura 1. Arbol evolutivo del orden Primates (Katharine Milton.  Dieta y evolución de los primates. Investigación y Ciencia. Octrubre 1993. paginas: 56-63.
Numerosas especies de primates actuales proceden de divergencias de la rama principal, durante esos 70 Ma. Los de ascendencia mas antigua son los prosimios, como los lemures, (hace 50 Ma, al principio del Eoceno); los denominados Monos del Nuevo Mundo o Platirrinos (en el Oligoceno, hace 30 Ma); los llamados Monos del Viejo Mundo o Catarrinos,que divergieron a principios del Mioceno, hace 25 Ma; y los Simios Menores, en su mayoría de la familia Hylobatidae (Figura 2), que divergieron hace unos 19,5 Ma.
Figura 2. Hylobates lar en Palmitos Park, Gran Canaria, España. De Thomas Tolkien - http://www.flickr.com/photos/tomtolkien/4401542878/, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=12302869

Estudios realizados con técnicas moleculares del ADN indican que los chimpancés, gorilas y humanos forman un clado, es decir una rama consistente desde el punto de vista filogenético, con los orangutanes, un poco más separados filogenéticamente. Salvo por el orangután (nativo de Asia, concretamente Borneo y Sumatra), los actuales simios homínidos - humanos, chimpancés y gorilas - son originarios de África (si bien en el caso del humano se extendió por todo el mundo). Sin embargo se han encontrado fósiles de homínidos en Europa y diversos lugares de Asia y África, procedentes del Mioceno (cerca de 20 Ma atrás). No existen evidencias físicas de que haya ningún tipo de homínido nativo de América, y el único simio homínido que cruzó de Eurasia a América de forma natural fue Homo sapiens.
Figura 3. Diferencias entre pares de bases del ADN de los
homínidos. De Kuebi = Armin Kübelbeck - own work. Based
on a publication from Schering AG. The Orangutan picture
(left) is derived from Image: Zoo026.jpg (Author: Jean-Luc 2005).
The Gorilla picture (2nd from left) is derived from Image: Eyes
of gorilla.jpg (Author: Mila). The Humans picture is derived from
Image:Human 2.jpg (Author: Ernst Wilhelm Zwergelstern).
The Bonobo picture is derived from Image:
Bonobo-Head.jpg (Author: Kabir) and the Chimpanzee
picture is derived from Image:Chimpanzee-Head.jpg
(Author: Thomas Lersch). This image is a derivate from
an SVG-file made with InkScape., CC BY-SA 3.0,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3637786


Como se representa en la Figura 3, las diferencias entre pares de bases del ADN de los homínidos y, concretamente, entre los géneros de la subfamilia Homininae, son porcentualmente escasas. Del mismo modo, el bagaje genético, acumulado y arrastrado a lo largo de los millones de años, que ha durado la evolución, desde los primeros mustéridos que se convirtieron en arborícolas, se ha ido conservando en muchas de sus líneas generales de expresión fenotípica. Es cierto que nos diferenciamos en muchas cosas de las otras especies de primates, pero conservamos y compartimos con ellos grandes rasgos del comportamiento. Especialmente en lo que atañe a cuestiones relacionadas con la alimentación y a manifestaciones fisiológicas dependientes de los ritmos biológicos. Muchas características de los primates modernos, y también de nuestra propia especie, arrancan del comportamiento alimentario de un antepasado remoto, que vivía en la bóveda de la selva tropical.


LA HORA DE COMER, LA HORA DE DORMIR

Por ejemplo, y volviendo atrás en la observación, sabemos que la gran mayoría de especies de primates son diurnas en cuanto a su comportamiento y periodo de mayor actividad. En este sentido, mientras las especies de primates nocturnas son solitarias, siendo la excepción los Monos de Noche (género Aotus de monos platirrinos del Nuevo Mundo), que evolucionaron de primates diurnos, la mayoría de las especies diurnas son gregarias. Las especies de primates haplorrinos arbóreos de actividad preferentemente nocturna, que se alimentan de flores, frutos y hojas durante la noche, son la excepción en el Suborden Haplorrhini. Este grupo aislado de primates de actividad preferentemente nocturna tienen visión policromática y se vuelven mucho más activos en las noches de luna llena, que suelen elegir, además de para alimentarse, para aparearse. Precisamente en esa circunstancia (luna llena) es la única en que compiten con ellos otras especies de primates diurnos como Cebus y Saimiri. Llegando incluso a desplazar a los Aotus del árbol frutal. Es decir, el aumento de la luminosidad nocturna favorece no solo el aumento de actividad de las especies nocturnas, sino que estimulan la busqueda de alimentos durante la noche en especies que, normalmente, lo hacen entre la salida y la puesta del sol. Ello nos indica cómo, la alimentación de los primates Haplorrinos, está sometida al reloj biológico (Puertas et al., 1992).

En los mamíferos con actividad diurna, lo cual incluye conductas como la búsqueda de alimento, es imprescindible el desarrollo de un sistema que le permita predecir con antelación la caída de la noche. Por ejemplo para refugiarse con tiempo de los depredadores. Factores como la temperatura o la posición del sol pueden afectarse por las condiciones ambientales, como nubosidad, lluvia, etcétera. Ello hace necesario poseer un sistema interno de control del tiempo que no dependa de señalización externa. La presencia de un reloj biológico se ha detectado en todos los seres vivos, desde las bacterias, pasando por los protozoos, plantas y hongos, hasta invertebrados y vertebrados. En un sorprendente fenómeno de conservación filogenética, este mecanismo de relojeria se ha conservado y adaptado durante la evolución de las especies. Se trata del reloj circadiano, que cumple perfectamente con esta función. En los primates el reloj circadiano central se encuentra situado en el núcleo supraquiasmático (NSQ). Desde allí neurotrasnmisores como la melatonina ineraccionan con los relojes periféricos, que se encuentran en los diferentes tejidos, que expresan receptores de la melatonina: páncreas, intestino, hígado, etc. (Cardinali, 2009).

En especies mas evolucionadas o, tal vez deberíamos decir mas próximas filogenéticamente, como los chimpancés, la alimentación y los periodos de máxima actividad son claramente diurnos.
Estos tienden a alimentarse dos veces al dia: por la mañana temprano y por la tarde. Aunque, como omnivoros pueden cazar por la noche para alimentarse en cualquier momento.

Figura 4. Antagonismo entre la secreción de melatonina y la
de insulina.
El ritmo cronobiológico que rige los hábitos alimentarios de nuestra especie conserva la impronta adquirida en fases tempranas de la evolución de los primates. Nuestra ingesta debería ser de preferencia diurna, incluyendo solamente las primeras horas tras el anochecer.
Ello mantendría el ritmo cronobiológico adecuado y no interferiría con el aumento de secreción de melatonina, que implica una disminución de la secreción de insulina en la célula β (Figura 4) y una disminución de la sensibilidad a los glucidos. 
Como se puede ver en la Figura 5, la secreción de melatonina comienza en la glándula pineal alrededor de las 21,00 horas de la noche, y se detiene al rededor de las 7,30 horas de la mañana.
Figura 5. De Biological_clock_humanNycthéméralFrenchVersion.jpg: Lamiotderivative work: Ortisa - Este archivo deriva de  Biological clock humanNycthéméralFrenchVersion.jpg:, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=23292312
APRENDIENDO A COMER

Figura 6. Filogenia de la familia hominidae. De Fobos92 - Trabajo propio,
GFDL, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=16302216
En su magnífica  obra "El mono obeso", el profesor Enrique Campillo señala: "Hoy, por primera vez en millones de años de evolución, la preocupación del ser humano es perder peso, lo que constituye un enorme contrasentido evolutivo". Es evidente que la ocupación principal del Homo sapiens sapiens, en la actualidad, no es correr despavorido por una sabana, con escasos recursos alimenticios, delante de los depredadores; ni tener que recorrer grandes distancias tras unas bestias, siguiéndolas, más que pastoreándolas, en una primitiva actividad transhumante. Nuestros antecesores sí tuvieron que enfrentarse a esa situación.

Figura 7. Orrorin turgenensis
Figura 8. Ardipithecus
ramidus

Hace 6 millones de años el Orrorin tugenensis (Figura 7) y hace 4,5 millones de años el Ardipithecus ramidus (Figura 8) se encontraban en medio de un auténtico paraíso. Su hábitat era un inmenso bosque tropical o subtropical, donde tenían disponibildad de alimento ad libitum. Su dieta se componía, básicamente, de frutas, tallos verdes jugosos, flores, semillas y hojas. Comían en cualquier momento en que sentían hambre y lo hacían varias veces al día. Eran nuestros antecesores del bosque y aún conservaban la capacidad para trepar y moverse entre las ramas de un denso bosque tropical. Posiblemente el porcentaje de proteinas de origen animal en su dieta era mínimo o inexistente.

Figura 9. Australopithecus
afarensis
(congénere de Lucy)

Hace unos 3 millones de años el "paraiso" comenzó a clarear, al tiempo que avanzaba la sabana. Comenzaron a escasear muchos vegetales de hojas frescas. Las frutas se hicieron también escasas y redujeron su tamaño y contenido en agua. A los australopithecus les tocó vivir en ese periodo. Lucy y el resto de Australopithecus afarensis (Figura 9), que habitaban en las estepas africanas se alimentaban, solo de forma esporádica, de los mismo alimentos que su antecesor A. ramidus. Sin embargo, las zonas secas se extendían y Lucy y sus congéneres tuvieron que dedicarse a rebuscar en la tierra. Nuevas fuentes de alimentos, mas difíciles de conseguir, como raíces y tubérculos, semillas y frutos secos, comenzaron a formar parte muy importante de su dieta. Pero, seguramente, esto no era suficiente y el A. afarensis debió completar su dieta, cada vez menos esporádicamente, con alimentos de origen animal: pequeños animales, insectos, miel, huevos, larvas y peces. Ya no era posible disponer de alimentos ad libitum, del mismo modo que no estaban disponibles todas las variedades de vegetales comestibles, como ocurria en el "paraíso" de unos millones de años antes. Así que los australopithecus debían desplazarse, lo más eficientemente posible, para ir rebuscando por distintas zonas. Y, además, debían competir con otras especies por los alimentos y el agua y, a la vez defenderse de depredadores, como los grandes felinos.

Figura 10. Homo
ergaste
r
Hace unos 2 millones de años, los cambios climáticos adversos llevaron a una penuria de alimentos de origen vegetal, por la que, en la alimentación de nuestro antecesor el Homo ergaster (Figura 10), para poder sobrevivir, la balanza se inclinó claramente hacia los alimentos de origen animal. En el gran Valle del Rift, que ocupa una gran extensión longitudinal desde los grandes lagos Victoria y Tanganica, hasta la cuenca del Mar Rojo, los homínidos alternaron, como fuente de su dieta la carne de los animales que cazaban o procedente de carroña, con huevos de aves y reptiles, crustáceos y peces de los grandes lagos del Valle (Figura 11).

Figura 11. Valle del Rift
La evolución desde los antecesores hominidos, hasta el Homo sapiens sapiens (la especie del hombre actual), ha venido marcada por la sucesión implacable de cambios ambientales, que implicaban, también, cambios en la forma de alimentarse, en la forma de desplazarse y en la forma de asociarse. Las exigencias del clima y la cambiante disponibilidad de alimento contribuyeron al desarrollo de nuevas habilidades y al uso de utensilios rudimentarios, como palos y piedras, para ayudarse en las tareas de rebuscar o cazar. Tener que recorrer grandes distancias en el menor tiempo posible, para buscar alientos en otras zonas y para huir de depredadores o seguir piezas de caza, hizo que se impusiera la bipesdestación. Solo los individuos mejor adaptados a los cambios podían sobrevivir en condiciones de penuria y peligro. Y solo ellos transmitieron sus capacidades a generaciones sucesivas. Ese es uno de los principios básicos de la evolución. De modo que, el genoma de la especie actual, el H. sapiens sapiens, es un compendio resultado de la selección natural impuesta por el medio ambiente, la necesidad cambiante de alimento y la competencia con otras especies.

Todos estos cambios se reflejan en nuestras necesidades actuales de nutrientes. Solamente desde hace unas decenas de miles de años, el H. sapiens sapiens (Figura 12) es el protagonista de la introducción de la ganadería y los cultivos de vegetales. Además, la artesanía y los procesos industriales, han dado lugar a la aparición de nuevos alimentos que no se hallan en el medio natural.
Figura 12. Homo sapiens sapiens
Existe una contradicción entre nuestra carga genómica, donde está encriptada, de forma natural, la clave de la alimentación necesaria y saludable, y la oferta alimentaria actual, que desequilibra la balanza nutricional ideal para nuestra especie. Podemos fácilmente comprender que los "nuevos hábitos" y los "nuevos alimentos", desarrollados y consumidos durante un periodo proporcionalmente mucho mas corto de la evolución, representen una parte proporcionalmente muy pequeña en la impronta genómica.

Cada una de las especies ha incorporado en su genoma la impronta de su experiencia alimentaria. Según el profesor Campillo, nuestra dieta debería contener, en las proporciones adecuadas, aquellos alimentos que, a lo largo de la evolución hacia el genero Homo, han integrado las dietas de los diferentes eslabones evolutivos. De esa manera tendríamos una perfecta sincronía entre genoma y alimentación.

ENTONCES...¿QUÉ COMEMOS?

Siguiendo esta teoria, un 50% de nuestra alimentación debería ser como la del Ardipithecus ramidus. Es decir muy rica en vegetales y frutas (Figura 13) o, dicho de otra manera, en hidratos de carbono de absorción lenta. Con una gran proporción de fibra, que podría ser de unos 200 gramos diarios. Gracias a su gran intestino grueso, aquel antecesor, podía aprovechar los nutrientes de esa gran cantidad de fibra. Esa propiedad ya no está disponible en nuestra especie por la reducción del tamaño de nuestro colon, que ha hecho que la recomendación de fibra en la dieta actual sea de hasta 20 gramos al dia. Así que el A. ramidus era sustancialmente un herbívoro que comía frecuentemente, cada vez que sentía hambre, ya que disponia de alimento ad libitum. Por ello, para que nuestra alimentación sea lo mas parecida a los antepasados primates deberiamos hacer, por lo menos, cinco comidas al día poco voluminosas.
Casi 5 Ma del proceso evolutivo de los hominidos trascurrieron en el bosque tropical. A. Ramidus, seguramente, encontraba rebuscaba tambien en el suelo del bosque.
Figura 13
Ello significó disponibilidad de abundantes vegetales, hojas y frutas, brotes y tallos tiernos, flores y semillas. Para mantenernos fieles a la adaptación genómica a ese tipo de alimentación, nuestra dieta debería ser rica, por tanto, en gran medidad de frutas, verduras de hoja (lechugas, espinacas, coles, acelgas, etc.), verduras de fruto como el tomate, pimientos, berenjenas, calabaza, etc.. Así como contener raices (zanahorias, remolacha, nabo) y bulbos (ajos, cebollas), que proporcionan sustancias antioxidantes, fibra y vitaminas (Figura 14).

Figura 14. Tabla nutricional de las verduras y hortalizas de todo tipo, que aportan una gran fuente de vitaminas y antioxidantes



















Hace 3  o 4 Ma comenzó a retirarse, poco a poco, el bosque tropical y a ganar terreno la sabana. La evolución transcurrió entonces en un entorno con escasez de vegetales frescos y frutas. En ese entorno vivió el Australopithecus afarensis (la famosa Lucy pertenecia a esta especie). Un 30% de nuestra alimentación deberia ser, según el Profesor Campillos, debería ser similar a la que comieron Lucy y sus congéneres. Los A. afarensis estaban adaptados a un entorno diferente a los de los A. ramidus y, aunque, Lucy y familia, se alimentaban, en la medida de lo posible, de los mismos alimentos que sus antecesores, la sequia hizo que extendieran el contenido de su dieta hacia elementos alimentarios no tan fáciles de conseguir. Entre ellos se encontraban algunos tubérculos (quizas similares a la batata o a la patata), que debían encontrar escarbando en la tierra, y a consumir semillas verdes (del tipo de los guisantes, habas y judias), bayas y algunos frutos secos (piñones, pistachos, nueces y almendras). Pero seguramente los Australopithecus debían completar su dieta omnivora, ampliando la fuente de proteínas con la ingesta de algunos animales, insectos y huevos, así como algunos peces. Pero la alimentación mas rica en contenido de origen animal llegó, seguramente, con la aparición del género Homo.


Figura 15. Primeras industrias líticas (2,5 Ma).
Proceden de yacimientos en el valle del Rift.
Se asocian con el género Homo.
Dos millones de años atrás los cambios climáticos volvieron aún más adverso el medio. La extensión de las áreas secas y los bruscos cambios de temperatura, hicieron cada vez más dificil encontrar alimentos vegetales, por lo que aumentó la proporción de nutrientes de origen animal en la dieta. El género Homo (clásicamente homínidos capaces de elaborar herramientas de piedra) sustituyó por entonces a los Australopithecus. El Homo habilis, habitó África Oriental entre 2,5 y 1,8 Ma, manejaba la industria lítica (Figura 15) conocida como Olduvayense o Modo 1 (Cultura de los cantos tallados) y es antecesor del Homo ergaster, cuyos restos mas antiguos datan de 1,8 Ma. De entre 2 y 1,8 Ma datan también las primeras migraciones de especies del género Homo, que habitaban las regiones de Africa oriental, y que comenzaron su desplazamiento hacia el norte y hacia Eurasia. Hace casi dos millones de años, o quizás más, ya hubo asentamientos humanos en lo que hoy es Georgia, al norte de Turquía. Sin embargo, una parte de la especie de Homo ergaster permaneció en Africa y evolucionó en la técnica de industria lítica hacia la llamada cultura Acheliense o Modo 2 (herramientas de piedra bifaces o de tallado simétrico). En cualquier caso, estos ancestros, estaban mejor equipados para su supervivencia en un médio francamente hostil, muy lejano ya del Paraiso. Tuvieron que sobrevivir alimentandose de la carne de animales, tanto procedente de la caza, como del carroñeo. Además, completaban su dieta con huevos y otros animales procedentes de las orillas de los grandes lagos del valle del Rift: pescados, moluscos y algunos crustáceos.

Figura 16. Evolucion del sistema masticador
La reducción del aparato masticador (molares y premolares) (Figura 16) indica un cambio en la textura de alimentos que comían. Es decir, los primeros representantes del género Homo comían alimentos menos fibrosos, más fáciles de masticar que los que integraban la dieta de los Australopithecus. Pero también, gracias al uso de instrumentos líticos, que les permitían procesar la comida para extraer el material más difícil de masticar y digerir. Los cambios climáticos, una vez más, condicionaron el desarrollo y evolucion de las primeras especies de Homo y llevaron a la transformación de Homo habilis (Figura 17) en Homo erectus. La disminución de la dentición trituradora fue consecuencia seguramente de una selección direccional. La reducción de tamaño del colon (existe una relación inversa entre tamaño de colon y volumen cerebral), se asocia a la posibilidad de aprovechar la ventaja nutritiva de una dieta blanda rica en carne. La disminución del tamaño de los dientes, de la fuerza de los músculos masticadores y del tamaño de los intestinos del Homo erectus tendrían su origen en el abandono del vegetarianismo, para pasarse a una dieta con carne tratada por herramientas simples de piedra.

Figura 17. Homo habilis, el primer miembro del género y
primer fabricante de herramientas líticas es
asociado a la primer evidencia de consumo de carne
La dificultad para encontrar muchos alimentos vegetales, llevó a que los miembros del género Homo ergaster (tambien llamado Homo erectus africanus) aumentaran  el consumo de carne para satisfacer sus requerimientos proteínicos. Seguramente se servían de las lascas cortantes de piedra para abrir los tejidos y romper los huesos para obtener la médula. Desarrollaron, además, una nueva estrategia y, mediante la división del trabajo, unos se especializaron en la caza o el carroñeo y otros en la recolección de plantas. La supervivencia comenzó a depender tanto de habilidades técnicas como de usos sociales. El uso de herramientas más sofisticadas (tecnología del Modo 2) permitió avances como la caza a distancia y aumentó el número de especies animales susceptibles de ser cazadas.
Esta especie (Homo erectus u Homo ergaster) es la primera que se estableció fuera de África, lo que demuestra su gran capacidad para adaptarse a entornos cambiantes.

El profesor Campillos sugiere, acorde con lo anterior, que el 18% de nuestra dieta debería incluir elementos similares a los del Homo ergaster. Es decir, debería incluir en dicha proporción, carne, huevos y pescado, que nos proporcionarian acidos grasos polinsaturados, necesarios para el desarrollo y función del tejido cerebral.

En Homo habilis debió iniciar también la adaptación a un medio con elevadas temperaturas y gran exposición solar. Ello lo consigue mediante el imperativo termorregulador que implica un elevado consumo de agua y explica adaptaciones propias de cazadores diurnos bajo el abrasador sol de la sabana. Aumenta la superficie para sudar (para evitar la hipertermia) y se acentúa el bipedismo (que permite recorrer grandes distancias). Disminuye  el vello corporal y la piel se pigmenta. Características estas propias del Homo erectus/ergaster. Estos cambios y el consumo adecuado de líquidos asegura, a su vez, la decuada homeostasis de la temperatura corporal y el funcionamiento correcto de los riñones. Como consecuencia, nuestra dieta debería incluir, al menos, un litro y medio de agua al día.

Dando un enorme salto en el tiempo llegamos hasta nuestros congéneres. Hace 'solo' unas pocas decenas de miles de años la especie dominante es ya el Homo sapiens sapiens, que es capaz de producir fuego y dominarlo, introduce la agricultura y la ganadería y desarrolla un proceso industrial que permite el acceso a nuevos tipos de alimentos. Entre ellos están los cereales, legumbres y los lácteos (leche y derivados fermentados, asi como la mantequilla). Además se introducen las bebidas fermentadas (vinos y cerveza) y los hidratos de carbono refinados. También se utiliza la sal como condimento y elemento preciado en la conservación alimentaria. Como señala el profesor Campillo, estos alimentos estos alimentos han estado presentes en menos del 2% de nuestra evolución y, por ello, solo deberían suponer esa misma proporción en nuestra dieta actual.

Figura 18. La tabla representa sumariamente las aportaciones evolutivas nutrigenómicas de las diferentes dietas de nuestros ancestros.
SIEMPRE NOS QUEDARÁ... LA DIETA MEDITERRÁNEA

Podemos imaginar a las especies de hominidos escalando por la Pirámide Alimentaria (Figura 19), como por una escala temporal con peldaños de millones de años. Cada peldaño es una conquista de la nutrición, pero las proporciones de etapas evolutivas anteriores deben mantenerse constantes. Deben ser asumidas en nuestra alimentación actual, para no entrar en contradicción con lo dispuesto en nuestro genoma. La alimentación mediterránea se considera, actualmente, como el tipo de dieta más saludable y se asocia con un menor riesgo cardiovascular. Y ello, con toda probabilidad, es así porque el esquema alimentario que representa esta Pirámide es el que mejor refleja nuestra carga nutrigenómica.

Figura 19 . Correlación entre los escalones de la Piramide Alimentaria y los escalones evolutivos humanos
 El patrón alimentario tradicional de las poblaciones mediterráneas, a principios de los años sesenta del siglo XX, se caracteriza por lo siguiente: 
  1. Abundante uso de aceite de oliva.
  2. Alto consumo de alimentos vegetales (frutas, verduras, legumbres, cereales, nueces y semillas).
  3. Consumo frecuente pero moderado de vino (especialmente vino tinto) con las comidas.
  4. Consumo moderado de pescado, mariscos, productos lácteos fermentados (yogur y queso), aves de corral y huevos.
  5. Bajo consumo de carnes rojas y procesadas y dulces.
Estudios de intervención nutricional como PREDIMED, que se ha desarrollado en nuestro medio, han demostrado la importancia de los aspectos cualitativos de la dieta. PREDIMED (Prevención con Dieta Mediterránea) fue diseñado para evaluar los efectos a largo plazo de la dieta mediterránea (MeDiet), sin restricción energética (calórica), sobre la enfermedad cardiovascular (ECV), como un ensayo multicéntrico, aleatorizado, de prevención primaria en individuos de alto riesgo.
 
Figura 20. Diseño de PREDIMED (Prevención con Dieta
Mediterránea). CVD, cardiovascular disease;
EVOO, extra-virgin olive oil; MeDiet, Mediterranean diet.

Los participantes fueron asignados aleatoriamente a 3 grupos de dieta (Figura 20): 1) MeDiet suplementado con aceite de oliva virgen extra (EVOO); 2) MeDiet suplementado con nueces; y 3) control de la dieta (consejos sobre una dieta baja en grasa). Después de 4,8 años, ocurrieron 288 eventos mayores de ECV en 7447 participantes; riesgo 0.70 (95% CI: 0.53, 0.91) para el MeDiet + EVOO y 0.70 (95% IC: 0.53, 0.94) para el MeDiet + nueces en comparación con el grupo de control. Los índices de riesgo correspondientes a la incidencia de diabetes (273 casos) entre 3541 participantes sin diabetes fueron 0,60 (IC del 95%: 0,43; 0,85) y 0,82 (IC del 95%: 0,61; 1,10) en comparación con el grupo control. Después de 1 año de seguimiento, los participantes en el grupo de  MeDiet + frutos secos mostraron una reducción significativa del 13,7% en la prevalencia del síndrome metabólico, en comparación con las reducciones de 6,7% y 2,0% en los grupos MeDiet + EVOO y control, respectivamente.
Figura 21. Incidencia ECV por grupo de intervención en PREDIMED
Los análisis de marcadores intermedios de riesgo cardiovascular demostraron efectos beneficiosos, de ambos grupos que siquieron MeDiet, sobre la presión arterial, los perfiles lipídicos, las partículas de lipoproteínas, la inflamación, el estrés oxidativo y la aterosclerosis carotídea, así como sobre la expresión de genes proaterogénicos implicados en eventos vasculares y trombosis.

Los estudios de genómica nutricional demostraron interacciones entre el seguimiento de MeDiet y la ciclooxigenasa-2 (COX-2), la interleucina-6 (IL-6), apolipoproteína A2 (APOA2), plasma de proteína de transferencia de éster de colesterilo (CETP) y factor de transcripción 7-like 2 (TCF7L2) de polimorfismos de genes. Los resultados del estudio PREDIMED demuestran que la alimentación que incluya grasas altamente insaturadas y un patrón dietético rico en antioxidantes como el de MeDiet es una herramienta útil en la prevención de ECV (Figura 21). Los autores destacan que la reducción del 30% del riesgo de ECV mostrada con MeDiet en el estudio PREDIMED es de magnitud similar a la reportada en los ensayos con estatinas, aunque se obtiene sin costo para el sistema de salud (Salas-Salvadó, 2011; Ros, 2014; Salas-Salvadó, 2014).

La adherencia a la dieta mediterránea fué estimada en estos estudios de intervencion mediante un test validado de 14 items ((Figura 22).

Figura 22. La adherencia a la dieta mediterránea fué estimada en estos estudios de intervencion mediante un test validado de 14 items (Schröder H, Fitó M, Estruch R, Martínez-González MA, Corella D, Salas-Salvadó J, Lamuela-Raventós R, Ros E, Salaverría I, Fiol M, et al. A short screener is valid for assessing Mediterranean Diet adherence among older Spanish men and women. J Nutr. 2011;141:1140–5)

En otras regiones mediterráneas se han realizado estudios que relacionan la adherencia de la dieta mediterránea con una disminucion de mortalidad, así como de enfermedad cardiovascular o cerebrovascular. Es el caso del realizado en Grecia en 2003, que mostró una reducción de la mortalidad total asociada a la adherenmcioa a la dieta mediterránea, en el seguimiento, durante una media de 44 meses, de una población de 22.043 adultos. Entre los que hubo 275 muertes. Se observó una asociación inversa de la adherencia a la dieta, tanto para la muerte por enfermedad coronaria (odd ratio 0,67 [intervalo de confianza del 95%, 0,47 a 0,94]), como para la muerte por cáncer (odd ratio 0,76 [intervalo de confianza del 95%, 0,59 A 0,98]) (Trichopoulou, et al., 2003).

En otro estudio mas reciente, tambien realizado en la población griega, se observó que una elevada adherencia a la dieta mediterránea supone un menor riesgo de incidencia de accidente cerebrovascular isquémico, pero no se relaciona con el riesgo de accidente cerebrovascular hemorrágico (Misirli et al., 2012; Tsivgoulis et al., 2015).

Se supone que la dieta mediterránea ejerce una acción protectora sobre los efectos de la aterosclerosis. En un medio tan urbano como la población de Manhathan se incluyeron, para su seguimiento a 1374 participantes, entre los que se estudió la relación entre adherencia a la dieta mediterránea y el grosor de la íntima-mediana carotídea y de la placa de ateroma, mediante ultrasonidos (modo-B). Los resultados indican que una adherencia moderada y estricta a una dieta de tipo mediterráneo puede proteger contra una mayor carga de placa aterosclerótica carotídea, y puede mediar en la protección contra eventos vasculares clínicos (Gardener et al., 2014).

Recientemente se ha publicado en Lancet (Kaplan et al., 2017) un estudio de cohortes transversal que incluyó individuos pertenecientes a la tribu Tsimane (Figura 23) y que tenían 40 años o más. Los mienbros de esta etnia, que viven en la región amazónica de Bolivia, tienen un estilo de vida de subsistencia, dedicandose a la caza, recolección, pesca y agricultura básica. El objetivo del estudio es comprender mejor la asociación entre los estilos de vida de la sociedad preindustrial y una baja prevalencia de factores de riesgo para enfermedad coronaria. En realidad su dieta se corresponde, bastante fielmente, con una dieta básica mediterránea y, seguramente con las dietas de nuestros ancestros más lejanos. Aunque muchos de los elementos  de su alimentación (especialmente muchas de la frutas y otros vegetales) son desconocidos o raros en la cuenca mediterránea y, por supuesto en las culturas occidentales.

Figura 23. Miembros de la etnia Tsimane en su medio
La aterosclerosis coronaria se evaluó mediante detección de calcio arterial coronario (CAC), realizada con TAC sin contraste, en adultos Tsimane. Se evaluó la diferencia entre los individuos Tsimane y 6814 participantes del estudio multiétnico de la aterosclerosis (MESA). Las puntuaciones de CAC superiores a 100 fueron consideradas representativas de una enfermedad aterosclerótica significativa. Los lípidos sanguíneos de Tsimane y los biomarcadores inflamatorios se obtuvieron en el momento de la exploración, y en algunos pacientes, longitudinalmente.

Entre el 2 de julio de 2014 y el 10 de septiembre de 2015, 705 individuos, que tenían datos disponibles para el análisis, fueron incluidos en este estudio. 596 (85%) de 705 Tsimane no tenían CAC, 89 (13%) tenían calificaciones de CAC de 1-100, y 20 (3%) tenían puntuaciones de CAC superiores a 100. Para individuos mayores de 75 años, 31 (65% ) Tsimane presentó un puntaje CAC de 0 y sólo cuatro (8%) tuvieron puntuaciones CAC de 100 o más, una prevalencia cinco veces menor que las poblaciones industrializadas (p≤0 · 0001 para todas las categorías de edad de MESA). Las concentraciones medias de colesterol LDL y HDL fueron de 2 · 35 mmol / L (91 mg / dL) y 1 · 0 mmol / L (39,5 mg / dL), respectivamente; La obesidad, la hipertensión, el azúcar en la sangre y el consumo regular de cigarrillos eran raros. La proteína C reactiva de alta sensibilidad fue elevada más allá del límite clínico de 3 · 0 mg / dL en 360 (51%) participantes de Tsimane.

 A pesar de una elevada carga inflamatoria infecciosa, los Tsimane, una población forrajera-horticultora de la Amazonía boliviana con pocos factores de riesgo de enfermedad arterial coronaria, tiene los niveles de enfermedad coronaria más bajos reportados hasta la fecha. Estos hallazgos sugieren que la aterosclerosis coronaria puede ser evitada en la mayoría de las personas al lograr una vida con LDL muy baja, presión arterial baja, glucosa baja, índice de masa corporal normal, no fumar y mucha actividad física. Las contribuciones relativas de cada una aún están por determinar

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